“Entró en el agua, que en su mayor profundidad no le llegaba ni a la rodilla, la atravesó dudando, descuidadamente, y dejó el banco de arena. Allí se detuvo un momento, con el rostro vuelto hacia la anchura del mar, luego empezó a caminar lentamente, por la larga y angosta lengua de tierra, hacia la izquierda. Separado de la tierra por el agua, separado de los compañeros por un movimiento de altanería, su figura se deslizaba aislada y solitaria, con el cabello flotante, allá por el mar, a través del viento, hacia la neblina infinita”…......
Fragmento de "La Muerte en Venecia" de Thomas Mann.
Muerte en Venecia
Ciudad de canales decadentes.
He llegado a ella en mi afán
de evaporar mi vida.
Enfermo y triste, me sumerjo en un amor prohibido.
Un amor visionario, donde la carne no cuenta.
Venecia sometida en una lucha a muerte
donde los centauros y los dragones
vuelan juntos para hacer caer la torre del esplendor.
Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo para vencer.
Apocalipsis 6:1
Un fusil, un maldito fusil necesito
para confirmar mi hombría.
Los pájaros han muerto antes de nacer,
se han quedado inertes en su nido .
Caen en mi cara las flores silvestres
que sirvieron para engalanar a la novia
en víspera de ser viuda.
Los alaridos y los llantos de los castores
cuando rompieron su represa,
rompen el silencio del día.
Salto de la risa al llanto, dentro de este caos
que me ciñe. Hay un pájaro zancudo
que me mira sin comprender.
Madre, padre ¿Dónde fueron?
¿Tomaron el camino de no retorno?
He visto la faz de la muerte
y las lloronas me rodean con su cantico de difuntos.