Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo para vencer.
Apocalipsis 6:1
Un fusil, un maldito fusil necesito
para confirmar mi hombría.
Los pájaros han muerto antes de nacer,
se han quedado inertes en su nido .
Caen en mi cara las flores silvestres
que sirvieron para engalanar a la novia
en víspera de ser viuda.
Los alaridos y los llantos de los castores
cuando rompieron su represa,
rompen el silencio del día.
Salto de la risa al llanto, dentro de este caos
que me ciñe. Hay un pájaro zancudo
que me mira sin comprender.
Madre, padre ¿Dónde fueron?
¿Tomaron el camino de no retorno?
He visto la faz de la muerte
y las lloronas me rodean con su cantico de difuntos.
Confusión, miserable confusión,
es el momento de aparecer el jinete
montado en su caballo blanco.
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